Construyendo la conciencia.

Publicado en por Fran Borg

La ciencia moderna trata de cómo el universo llega a ser lo que es. Para un científico debe ser fascinante toda la serie de equilibrios que han sido necesarios para hacer posible la vida en la tierra. Hablan en términos de compensación entre calor y frió, entre humedad y sequedad, de que la tierra esté a una determinada distancia del sol (y no a una distancia superior) y el sol esté en una fase concreta de evolución (ni más caliente ni mas frió). A un nivel mas fundamental, para que la materia se una entre sí, tanto la fuerza de la gravedad como el electromagnetismo deben tener una intensidad de terminada (ni mas fuerte ni más débil). etc. 
Para la ciencia el gran milagro que debe explicarse es el universo físico. Puede que otra civilización anterior a la nuestra quedase fascinada por una serie de equilibrios igual de extraordinarios que han sido necesarios para formar nuestra conciencia subjetiva tal como es hoy, es decir, para dar a nuestra experiencia la estructura que posee.
Con el término “equilibrios” no me refiero a experimentar saludables emociones, no demasiado intensas sino que hablo de algo más profundo, de algo fundamental.
Por ejemplo ¿Qué se necesita para crear la narrativa interior, la recopilación de historias que vamos ensartando para formar nuestra propia conciencia fundamental? La respuesta es la memoria. Sólo si recuerdo que hice ayer puedo reconocerme como persona que lo hizo. La clave es que se necesita un grado concreto de memoria, ni mas ni menos. 
La memoria debe ser lo bastante potente como para permitirnos actuar sin olvidar lo que queríamos hacer, aprender sin dejar de ser quienes somos, pero también debe ser lo suficientemente débil como para permitirnos seguir avanzando hacia el futuro.
Pero otros tipos de equilibrio son precisos para que podamos pensar libremente, para entretejer los pensamientos en torno a esa conciencia nuclear de uno mismo. Tenemos que ser capaces de percibir el mundo exterior a través de los sentidos, pero es igual de importante que no nos dejemos abrumar por las sensaciones que, de permitírselo, podrían ocupar todo nuestro espacio mental. Entonces no podríamos ni reflexionar ni imaginar. Este equilibrio es a su manera tan extraordinario como por ejemplo, el hecho de que nuestro planeta no esté ni demasiado cerca ni demasiado lejos del sol.
También tenemos la capacidad de mover nuestro punto de conciencia por nuestra vida interior. En consecuencia, somos libres de pensar en lo que queramos. Si careciéramos del equilibrio correcto de apego y desapego de nuestros impulsos internos, así como de nuestras percepciones del mundo exterior, ahora mismo no tendrías la libertad para desviar la mirada de esta página que estas leyendo por propia voluntad, ni tampoco libertad para pensar en otra cosa.

Así pues lo crucial es que si las condiciones más fundamentales de la conciencia humana no se caracterizaran por este grupo de equilibrios armonizados de modo tan excepcional, no podríamos pensar con libertad ni tener una voluntad sin ataduras.
La conciencia humana es una especie de prodigio. Si bien en la actualidad tendemos a pasarlo por alto, al hombre primitivo debió causarle una gran impresión de carácter milagroso escuchar una voz que sabia todo de el y que sin duda daba su opinión a todas horas.

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